Artículos de Arte

Faber est suae quisque fortunae

El Gesto en el Arte (I)

Todos los artistas se sirven del gesto como medio para expresar algo, pues quieren hacerse comprender. Pero el gesto también evoluciona con el tiempo y además puede significar más de una cosa. La codificación del mismo (por ejemplo en el mundo de la liturgia o en el judicial) convierte a uno de ellos en dominante, cuando no en único. Los gestos que se han convertido en convencionales pueden por ello ser más uniformes, y por consiguiente más fácilmente asimilables que aquellos que han conservado su naturalidad, aunque su innata ambigüedad nunca se llegará a superar de forma completa.

Según Knowlson, en 1965: "La idea de que los gestos constituyen un amplio sistema de comunicación que puede llamarse propiamente "lenguaje" fue formulada explícitamente y dotada de base teórica en el siglo XVII". El médico inglés John Bulwer, inventor del lenguaje para sordomudos, propone una lengua internacional de gestos, una especie de esperanto sin palabras. Así dice en su Chronologia o El Lenguaje natural de la mano que las fuentes del discurso humano son dos: "su boca y su mano", palabras y gestos (Bulwer, 1644).

Leonardo da Vinci, ya en el Renacimiento italiano, advierte al pintor que debe observar y dibujar "las actitudes de los mudos, que hablan con movimientos de sus manos, ojos y cejas, y de toda su persona deseando expresar sus ideas".

Los gestos como lenguaje empieza mucho antes, pues en la Antigüedad, la gesticulación ya se consideraba un lenguaje en sí. En el diálogo de Luciano Sobre la pantomima, uno de los interlocutores narra cómo un príncipe del Ponto, al recibir el ofrecimiento de un regalo de Nerón, mostró su preferencia por obtener los servicios de un famoso mimo, que podría ocupar el lugar de los diversos intérpretes que el príncipe necesitaba para comunicarse con los poderosos de las tierras vecinas.

Los gestos humanos, en particular cuando se consideran como un medio de comunicación, pueden dividirse en dos partes esenciales: los movimientos que estimamos "naturales", y los que se basan en un uso deliberado de convenciones culturales prefijadas. Los primeros son aquellos que se llevan a cabo espontánea e involuntariamente, e incluso, a veces, sin que seamos conscientes del hecho de estar haciéndolos. El segundo es un gesto convencional que se considera como un producto de lo que llamamos cultura; se trata de un producto humano que se produce en el transcurso de la historia, y tanto es así que podemos precisar fácilmente cuándo fueron creados algunos gestos.

Panofsky comienza su famosa exposición sobre la determinación histórica de la iconología con el ejemplo de que un ateniense del siglo V a.C., no comprendería el gesto moderno de saludar quitándose el sombrero. Estos actos simbólicos surgen en determinados periodos históricos, y suelen ser propios de una cultura, e ininteligibles por tanto para otra.

En la iconografía romana abundan los gestos de carácter militar como victoria, sumisión, etc., y para buscar la actitud propia de un vencedor deportivo, de un filósofo o de un poeta, hemos de atender al arte griego. Quizá estos prejuicios no son verdades absolutas pero así lo percibimos generalmente.

En la Edad Media, siglos XII y XIII, tenemos dos áreas de codificación gestual: el ceremonial de los tribunales y la gesticulación regulada de quienes ejecutan los ritos sagrados, la liturgia. A ello hay que añadir las representaciones teatrales de este periodo, es decir los Autos y los Misterios, que ya eran populares en Italia y parte de Europa.

Un ejemplo de la codificación que proviene de la Edad Media, la tenemos en la obra de Giotto, La lamentación sobre el cuerpo de Cristo, fresco pintado entre 1304 y 1306, en la Capilla Scrovegni, Padua. En esta obra todo gira alrededor del Salvador que yace en el suelo. Las figuras que se lamentan amontonadas unas contra otras alrededor del cadáver forman un grupo cerrado, y éste queda enmarcado por otro círculo, exterior y concéntrico respecto al anterior, formado por personajes que lloran con vehemencia por Cristo, alguno llevando hacia atrás sus brazos de un modo propio de un gesto clásico de lamentación, mientras que la Virgen acompaña su desesperado llanto con un gesto patético, apretando sus manos contra las mejillas y la mujer que está a su lado grita levantando las manos en forma abrupta. Incluso los ángeles que levitan en el Cielo, lloran mesándose la cara y los cabellos. Sólo dos personajes en el extremo derecho se sitúan aparte del angustiado lamento general y del movimiento concéntrico que domina el conjunto de la composición; no parecen participar del duelo físicamente ni emocionalmente, permanecen erguidos y sus rostros expresan cierta tristeza. Parece que están contemplando desde afuera un hecho que les sobrecoge y ante el cual sienten su propia impotencia, con las manos enlazadas y caídas hacen un gesto para expresar el resignado sentimiento del espectador (que podríamos ser nosotros mismos al contemplar el fresco en la Capilla).

Bibliografía

Moshe Barasch, Giotto y el lenguaje del gesto, Ed. Akal, Madrid, 1999

Artículo publicado en Julio de 2015 en la Revista Digital "Qué Aprendemos Hoy".

© Ramón Muñoz López